La figura de la hipoteca con aval está en claro retroceso. Se ha presentado como ineficaz, ya que los bancos y las entidades de crédito lo que quieren es garantizar la capacidad real de pago del titular de la hipoteca y no tener que recurrir a ejecutar avales de terceros.
En la actualidad solo se utiliza con un carácter puramente testimonial. Es una forma de añadir una garantía alternativa cuando alguno de los requisitos principales que se exigen al titular no se cumple al 100 %, pero se confía en su capacidad de cumplimiento del contrato.
Por consiguiente, no es una figura del agrado de los bancos en su actual estrategia y tampoco es una figura apetecida por los consumidores, ya que supone asumir riesgos innecesarios por ambas partes.
Qué es el aval
Esencialmente se trata de una fórmula establecida para garantizar el cumplimiento de una deuda económica que habrá de ser satisfecha por el tercero que se compromete a hacerlo en caso de que el titular no pueda hacer frente a aquella.
Cómo funciona el aval en una hipoteca
Los requisitos principales estimados por las entidades de crédito para pedir una hipoteca son:
– Contar con un trabajo estable o una fuente regular de ingresos. Se suele estimar como trabajo estable aquel en que se lleva más de dos años, sin que hoy en día se le dé una especial importancia al tipo de contrato.
– Aportar un 30 % del precio total de compra del inmueble. De esta forma se demuestra tener capacidad de ahorro, al tiempo que se reduce el riesgo asumido por el banco o la entidad financiera.
– Que el importe de las cuotas que deban ser satisfechas periódicamente no supere el 35 % de los ingresos regulares periodificados.
Cuando alguien que va a suscribir una hipoteca es requerido para presentar un aval suficiente que garantice el pago de la misma es porque alguno de los requisitos que se le solicitan no se cumple con plenas garantías.
Es entonces cuando se establece la figura del avalista, que se compromete a ejecutar los pagos y a cumplir el contrato en caso de que el titular no pueda hacer frente a dichas cargas.
Qué problemas plantea el aval al pedir una hipoteca
El gran problema que plantean los avales es que generalmente entran en funcionamiento cuando las posibles soluciones amistosas ya no caben y la situación de impago se ha consolidado.
De esta forma, el avalista no se hace cargo de las cuotas periódicas, sino del montante total de la deuda pendiente hasta su liquidación.
Esto coloca al avalista en la difícil tesitura de perder su propio patrimonio, siendo una figura que normalmente no es del agrado de la mayoría de la gente, pero a la que en tiempos del boom inmobiliario se recurrió profusamente.
Siempre es preferible la hipoteca sin avalista
Para los bancos, el hecho de cobrar la deuda a través de los avalistas tampoco es deseable. A pesar de que consigan el cobro final, la operación no está exenta de un largo proceso, unos costes adicionales y unos intereses que son difícilmente recuperables.
Así mismo, lo que importa en estos momentos a los bancos es reducir los índices de morosidad que les obligan a aumentar sus reservas en el Banco de España y disminuyen su capacidad operativa.
La hipoteca sin avalista es, por tanto, su operación preferente, ya que garantizándose el cumplimiento exacto de todos los requisitos reducen el riesgo de impago a mínimos.
Como puede apreciarse, la hipoteca con aval está en una recesión acentuada por la incorporación en la legislación de la posibilidad de la dación en pago, que le hace perder, en gran medida, todo sentido. No olvides que un seguro puede garantizar también tu hipoteca. Llámanos y hablamos.